Enseñar ciencias implica, según Sanmartí, contextualizar
los contenidos, interrelacionar explicaciones y experimentos,
desarrollar competencias lingüísticas y lograr que los alumnos
construyan el sentido social de sus
aprendizajes.
MC: ¿Cómo sintetizarías los enfoques
vigentes para la enseñanza de las ciencias y cuáles son sus
diferencias principales con los enfoques tradicionales?
NS: Todas las preguntas
en educación son complejas y difíciles de responder, pero
diría que en la enseñanza de las ciencias todo el mundo está
de acuerdo en que nos movemos en el marco del constructivismo,
aunque dentro de éste hay muchas visiones y subdivisiones.
En cuanto a las diferencias, la idea básica es que los enfoques
tradicionales se centran en la lógica del profesor que explica
y que, como explica muy bien, se da por descontado que el
alumno aprenderá si pone el esfuerzo necesario. En cambio,
los enfoques constructivistas plantean que el aprendizaje
es mucho más complejo y depende de todo lo que el alumno tiene
en su cabeza, no sólo con respecto a cuestiones racionales
sino también emotivas y sentimentales. También depende de
la significatividad social. Éste es otro gran tema
que apunta, por ejemplo, a las relaciones que se establecen
entre la ciencia, la tecnología y la sociedad y que ha dado
lugar a las corrientes denominadas CTS (Ciencia, Tecnología
y Sociedad), a la educación ambiental, la educación para la
salud, etc.
MC: ¿Qué cambios implica este
enfoque con respecto a la didáctica?
NS: La didáctica
hace repensar todo. Por ejemplo, la experimentación antes
tenía básicamente una función de demostración de ese saber
tradicional que se consideraba un saber perfecto. Hoy
en día, la experimentación nos enfrenta con el problema de
cómo conseguir que los alumnos cambien maneras de pensar,
maneras de mirar las cosas, participen, etc. Entonces, el
experimento ya no constituye una comprobación sino un punto
de partida.
Otro cambio importante es la atención hacia el interés de
los alumnos, que cada uno le dé sentido a aquello que está
aprendiendo, sea un niño, un adolescente o un joven. Hoy no
tenemos la idea de que ahora les toca aprender y que aprendan
aunque no quieran.
Por lo tanto, debemos analizar qué sentido tiene para los
alumnos aquello que enseñamos. Además, debe tener sentido
social. Considerar el interés de los que aprenden no significa
que deba ser una enseñanza divertida sino, entre otras cuestiones,
una enseñanza que sirva para actuar en la colectividad de
forma responsable.
Éstos son cambios muy profundos, que han abierto muchos frentes
interrelacionados entre sí y que las comunidades científicas
están investigando. Hay que considerar que la didáctica es
muy joven como investigación. Antes se dedicaba a identificar
recursos, a cómo encontrar un mejor experimento; ahora, en
cambio, plantea temas más teóricos y esto no tiene más de
treinta o cuarenta años, es decir, aún estamos en los comienzos
de la didáctica como ciencia.
MC: En general, la información
acerca de los avatares científicos es objeto de interés de
grupos vinculados con la investigación, la enseñanza de las
ciencias, las políticas públicas y la comercialización de
los productos del desarrollo científico. ¿Qué hacer desde
la escuela para que estos temas sean asumidos también como
preocupaciones sociales de interés común?
NS: Éste es otro
problema porque, a menudo, los planteos CTS en la enseñanza
de las ciencias sólo buscan interesar a los alumnos y descuidan
relacionar los temas con aspectos de mayor relevancia social.
El problema es más hondo, es cómo los alumnos descubren que
la ciencia es una forma cultural necesaria para vivir actualmente
y que, si no nos ocupamos de ella, nos pueden dominar unos
pocos. Es decir, que la ciencia sea un conocimiento compartido
por la mayoría de la población y no quede en manos de unos
pocos que terminen controlando la sociedad, depende en gran
medida de que democraticemos la enseñanza del saber de las
ciencias.
Ahora bien, la motivación y el interés de los alumnos no vendrán
porque propongamos muchas actividades con enfoque CTS y muchas
cosas interesantes, sino por cómo a través de la investigación
conseguimos encontrar el sistema para que los alumnos aprendan
más. Porque si no aprenden, no se motivarán por muy contextualizados
que sean los temas. Lo que realmente motiva a una persona
para continuar aprendiendo es aprender alguna vez. La mayor
parte de los métodos tradicionales llevan a que sólo aprendan
unos pocos; como la mayoría de los alumnos no aprende, no
se motiva y, en consecuencia, no se interesa por la ciencia.
Por lo tanto, el reto de democratizar es cómo conseguir que
muchos más alumnos aprendan y no sólo los que aprenden solos,
a pesar del profesor y del método. Para que la ciencia no
continúe siendo un patrimonio de pocos, es necesario que la
investigación en enseñanza de las ciencias avance en este
campo.
MC: ¿Qué cambios ha implicado
para las ciencias y para su enseñanza el denominado enfoque
CTS?
NS: El enfoque CTS
implica, sobre todo, darle mucha importancia al contexto de
aprendizaje, al hecho de que los contenidos vinculados con
la ciencia no tienen sentido por sí mismos sino por el contexto
de aplicación. El enfoque CTS interroga acerca de para qué
sirve aquello que sabemos. Le ha dado gran relevancia a la
enseñanza de las ciencias, es decir, a pensar para qué están
aprendiendo algo los alumnos y que ellos también puedan reconocer
para qué lo están aprendiendo.
MC: ¿Cómo sería un enfoque CTS
en un tema definido?
NS: Por ejemplo,
nunca veremos fuera de la escuela, en nuestros ámbitos cotidianos,
la mayoría de los cambios químicos que se estudian tradicionalmente,
ni la sustancia, ni los cambios químicos. ¿Por qué? Porque
son cambios rarísimos que sólo se ven en laboratorio, que
sólo fueron pensados para hacer en la escuela como demostración
de un principio. En cambio, si analizamos a fondo las combustiones
―para decir una reacción química base―, las encontramos
en el día a día, en la cocina de una casa o en el campo. Se
trata de buscar la química que está en la vida de los alumnos,
partir de esas situaciones contextuales e interpretarlas utilizando
los conceptos tradicionales.
¿Qué problemas presenta esto? Que la vida es más compleja
que esas experiencias simples que hemos inventado a lo largo
de años pero que no son de la realidad de cada día. Por ejemplo,
la mejor química que podemos hacer es la bioquímica, o sea,
trabajar con los alumnos a partir de las reacciones del propio
cuerpo humano. ¿Cómo lo conseguimos? Esto es mucho más difícil,
pero es el reto que debemos enfrentar. La idea es buscar situaciones
contextuales en las cuales los problemas tengan sentido para
los alumnos y éstos puedan sentir ganas de responder a los
porqué. Si uno se fija en libros escolares tradicionales,
verá que las reacciones químicas se utilizan sólo para responder
a exámenes, no para interpretar nada.
MC: Ante la propuesta de
experimentar, algunos docentes plantean como obstáculos el
tiempo que demanda su realización y la falta de recursos actualizados.
Pero por otra parte, una especie de imperativo recorre las
escuelas: «para enseñar y aprender ciencias hay que realizar
experimentos». ¿Qué lugar deberían ocupar los experimentos
y cuál las exposiciones teóricas, la confrontación conceptual,
los registros escritos, el desarrollo de informes, etc.?
NS: Experimentar
es complicado para el profesorado por los materiales y por
todo el montaje que se necesita; pero también lo es por la
gestión del aula. Hay allí alumnos que el docente no controla
muy directamente porque cada uno puede ir pensando y haciendo
cosas. En cambio, cuando se da una clase magistral, al docente
le parece que está controlando lo que sus alumnos piensan
―que no es verdad― y que no hay problemas de ruido
en la comunicación.
Pero también hay otro problema: realmente, tal como se hacen
los experimentos, ¿sirven para aprender? Es decir, ¿cómo hacer
una experimentación que realmente sirva para ese fin? Esto
no está resuelto porque si los alumnos sólo experimentan,
finalmente ven en el experimento lo que ellos creían, o sea,
sus ideas; por lo tanto, no las cambian y, entonces, no hay
aprendizaje. Si sólo comprueban lo que explicó el docente,
pasa lo mismo: no se involucran con el tema. Vemos entonces
que la experimentación debería cumplir muchas funciones. Por
ejemplo, para mí es mucho mejor tomar un solo experimento
y darle vueltas días y días, para analizarlo, entenderlo e
ir hacia adelante, que hacer unas clases muy activistas, en
las que cada día se hace un experimento distinto pero en las
que los alumnos sólo manipulan y no aprenden nada. Por lo
tanto, ni todo laboratorio, ni todo explicación del profesor,
sino, a la vez, una gran relación entre ellos.
MC: ¿Cómo se relaciona el aprendizaje
en ciencias con las competencias de hablar y escribir?
NS:Tradicionalmente,
los profesores de ciencias hemos afirmado muchas veces: «Este
alumno sabe pero no lo sabe expresar» y le hemos dado muy
poca importancia al lenguaje. A tal punto que hay quienes
piensan que «los de ciencias» no sabemos hablar ni escribir.
Esto es algo que debemos cambiar de raíz, porque si un alumno
no sabe hablar, no internaliza bien un conocimiento, por lo
tanto, lo olvida rápidamente y no aprende. Una cosa es tener
una intuición e ir por buen camino, pero aprender quiere decir
interiorizar este conocimiento y, hasta que no lo pueda decir
con sus palabras bien dichas, será imposible que lo sepa.
Yo siempre pregunto: «¿Qué hacen los científicos?» Los científicos
dedican una parte del tiempo a experimentar o a simular y
otra parte muy importante la dedican a discutir con colegas,
en pequeños grupos, en congresos, a escribir artículos, etc.
Es decir, se dedican a hablar y escribir. Sin ese hablar y
escribir, el experimento no tiene sentido. Por lo tanto, en
una clase sin experimentos no puede haber aprendizaje; pero
sin hablar ni escribir sobre lo que estamos viendo y cómo
lo interpretamos, tampoco hay aprendizaje. Por otra parte,
a veces se hacen experimentos y se hace teoría pero como dos
actividades totalmente separadas; esto tampoco tiene ningún
sentido. Los científicos hablan y escriben de sus experimentos,
no de cosas distintas.
MC: Aunque el recorrido de los
científicos sea un camino a analizar para pensar la enseñanza
de la ciencia, ¿no es necesaria la transposición didáctica?
NS: Ésta es otra
de las grandes discusiones, porque tenemos ahora un problema
que no existía hace cien o cincuenta años: la ciencia avanza
muy rápido y la interpretación de los problemas actuales se
hace a partir de los nuevos conocimientos científicos. Pensemos,
por ejemplo, en la tecnología, la química nueva, la física
actual. Los problemas que se plantean son problemas que responden
a teorías nuevas. En cambio, continuamos enseñando problemas
y marcos teóricos del siglo XVIII, a lo sumo del XIX. Entonces
quiere decir que los graves problemas actuales, los problemas
CTS para decirlo de algún modo, lo que el contexto actual
habla, pide y dice —por ejemplo, los nuevos alimentos, la
biotecnología, los nuevos materiales—, todo esto requiere
unos conocimientos teóricos muy actuales y que no estamos
enseñando. Algunos docentes piensan que para aprender estos
últimos, primero deben saber los antiguos. Planteado así,
los alumnos nunca llegarán a los conocimientos modernos y
nunca haremos realmente CTS. El gran reto que tenemos es hacer
una transposición didáctica de los grandes contenidos actuales
que, de hecho, incluyen los anteriores. Esto es una tarea
pendiente.
MC: Es decir que los alumnos no
necesitan recorrer toda la historia de la ciencia.
NS: No, no tienen
por qué recorrer toda la historia; no es necesario que se
aprendan, por ejemplo, todas las leyes ponderales, porque
hoy estamos hablando de otras cosas. Pero debemos analizar
muy bien cómo enseñar a estos alumnos que no tienen aquellos
conocimientos. Esto no está pensado en absoluto. Ocurre, a
veces, que hay quienes se sorprenden porque piensan que aquello
que están enseñando los docentes existe efectivamente y no
se dan cuenta de que es una transposición. Yo siempre explico
que, por ejemplo, está comprobado que Boyle nunca dijo la
famosa «ley de Boyle», sino que es un invento didáctico, una
transposición didáctica de ideas de Boyle para explicarlas
a los alumnos. Es decir, alguien estudió cómo enseñarlo a
otros y se inventó una forma de explicar que ahora parece
la original; pero ya es una transposición didáctica.
El problema es que la investigación didáctica tiene tantas
cuestiones planteadas —y se invierte tan poco en ella— que
es muy difícil dar respuesta a todos esos campos abiertos.
MC: ¿Cómo se podría organizar
la clase para favorecer ese aprendizaje de las ciencias en
el que no todo es experimento? Hay quienes plantean que el
aula de ciencias debería ser el laboratorio, ¿coincides con
esta idea?
NS: Yo sugeriría
otra idea. El problema no es toda el aula de ciencias en el
laboratorio, sino repensar todo el espacio escolar, porque
tampoco es una cuestión sólo de ciencias sino de todas las
disciplinas. Habría que repensar toda la escuela. Por ejemplo,
la computación ¿qué papel tendrá? ¿Dónde se hace? ¿Dónde disponemos
las computadoras? ¿Para hacer qué? Creo que la imagen de escuela
como suma de aulas todas iguales está obsoleta. Si imaginara
la escuela de un futuro no muy lejano, debería tener una organización
espacial absolutamente distinta, con espacios multifactoriales,
grandes espacios en los que los niños realizan distintas actividades:
uno está en la computadora, otro hace experimentos, otros
toman notas y hacen esquemas, etc.; y también hay espacios
grandes en los que todos se reúnen y discuten con el profesor.
En países como Israel, hacen ya experimentos de este tipo:
hay escuelas que tienen un espacio central que es el laboratorio,
pero con muchos despachos laterales y carros en los que los
niños recogen los datos de la computadora del laboratorio
y se llevan el carro con la computadora a otro lugar para
utilizar los datos; tienen salas de conferencias a las que
van invitados y hacen exposiciones magistrales; cuentan con
otros espacios para consultas, bibliotecas, libros, etc.
MC: Los desarrollos informáticos
y las posibilidades de comunicación y de acceso a la información
que ha abierto Internet forman parte de lo que socialmente
se identifica con «avance científico». ¿Pero en qué medida
constituyen herramientas indispensables para la enseñanza
y el aprendizaje de las ciencias?
NS: Actualmente son
instrumentos indispensables para la vida y, por lo tanto,
es indiscutible que los alumnos deben aprender a utilizarlos.
Ahora, como todo instrumento, se pueden utilizar bien o mal.
Todo el mundo puede tener un martillo pero lo puede utilizar
de una forma o de otra. En este caso, un problema es que se
aplica a Internet el mismo planteamiento de una escuela tradicional,
entonces los niños, en lugar de leer el libro de textos o
la enciclopedia, leen la enciclopedia online. Pero
como no hay una reflexión y una práctica sobre el uso de ese
instrumento para el aprendizaje, los alumnos que antes tenían
que copiar del libro, ahora copian sin leer; recortan, hacen
copy y pegan: ahí está el mal uso de Internet.
Por lo tanto, Internet requiere repensar mucho cómo hacer
las clases, porque el tradicional papel de la información
—o sea, el profesor o el libro de textos como fuente de información—
ha cambiado totalmente. Por ejemplo, antes el laboratorio
era «de poyata», como le decíamos; pero ahora muchos experimentos
son simulaciones que se realizan en la computadora y luego
se hacen en la realidad. Antes, había que recolectar datos
y todos los datos eran un cálculo; ahora los censores los
recogen y los procesa un programa informático. Ahora no deberíamos
hacer todo el trabajo que hacíamos antes para enseñar a elaborar
gráficos, porque podemos enseñar sobre todo a leerlos y a
interpretarlos. Por lo tanto, por un lado, nos ha cambiado
mucho la vida y nos sigue cambiando; pero por otro lado, observo
que no está cambiando en el mismo sentido la vida escolar,
o sea, que se utilizan esos instrumentos desde un punto de
vista tradicional y creo que eso es fatal.
MC: ¿Qué relaciones se deberían
fomentar entre la enseñanza de ciencias y las otras áreas
de conocimiento? ¿Y entre la enseñanza de ciencias y la escuela
en general?
NS: En toda escuela,
y en la sociedad en general, siempre habrá personas que saben
más de una cosa, o sea, siempre habrá maestros, pero no aprenden
a dialogar entre sí. Por ejemplo, la lengua es transversal,
pero seguramente habrá alguien más especializado en lengua
que debe ayudar a profundizar en ese campo, pero en interacción
con los docentes de ciencias, ciencias sociales, matemática,
etc. Un gran problema de nuestras escuelas es que cada docente
y cada área están encerrados en compartimentos estancos. Entonces,
el tema es cómo dialogamos entre nosotros.
En la sociedad actual, cuando hay un problema social, por
ejemplo, si el agua de un río se trasvasa a otro lugar con
grandes obras hidráulicas, la gente debe ponerse a discutir
esto y a analizar alternativas de un modo multidisciplinario.
En este ejemplo, pueden encontrarse geólogos, abogados, historiadores,
paisajistas, biólogos, muchísima gente que debe ser capaz
de dialogar entre sí para hacer una tarea común. O sea que,
finalmente, el enfoque CTS no es un problema de ciencias,
sino un problema de todos. Si el problema es de todos, entonces
desde cada área, debemos ver qué aportamos, qué mirada le
da significado para que la solución del problema o la respuesta
provisional venga del diálogo de todos. En términos de utopía,
creo que la escuela debería ser esto, por eso pienso que debería
haber muchísima más interacción entre quienes la conforman.
MC: ¿Ha habido modificaciones
en las concepciones de los docentes acerca de la enseñanza
de la ciencia?
NS: Esto es muy complicado.
A veces es interesantísimo escuchar a un docente cuando explica,
porque los ejemplos que utiliza son exactamente iguales a
los que daba un profesor hace cuarenta años. Ya lo dice Gimeno
Sacristán: una invención en didáctica tarda cincuenta años
en llegar a la base. No sé si en cincuenta años llegarán,
pero mi experiencia es que del constructivismo de las reformas
educativas a las escuelas no llegaron los cambios de fondo
sino lo más anecdótico y superficial. Entonces, la teoría
es de los expertos pero no llega a la base y se continúa enseñando
de un modo absolutamente tradicional.
Por otra parte, un problema que no se aborda es el de la diversidad.
En un aula hay alumnos diversos en todo sentido y la teoría
de aprendizaje no interrelaciona con esa realidad. Es decir,
cómo dar respuesta satisfactoria a alumnos tan diversos. Creo
que eso hace que algunos docentes vuelvan a caer en el «yo
explico como siempre porque al menos algunos se enteran».
O sea que tenemos un gran problema: las teorías didácticas
que comenzaron a gestarse hace cuarenta años y que ahora están
generalizadas en el contexto de los investigadores en didáctica,
no llegaron a las aulas y no se aplican de forma mayoritaria.
MC: ¿Llegaron a las aulas de los
profesorados?
NS: En general, tampoco
han llegado a la formación de profesorados, no tanto porque
no se apliquen estas teorías, sino porque se explican sin
aplicarlas, o sea, de forma tradicional. Uno puede divulgar
una nueva teoría pero si la explica de forma tradicional,
el futuro maestro o profesor aprende como le han explicado.
En esto soy bastante pesimista porque los cambios en la formación
del profesorado son muy lentos, no ya los cambios en la teoría
de los profesores, sino los cambios estructurales. Si decimos
que el futuro de la escuela no es una clase cerrada sino las
clases multifactoriales, la universidad no debe estar formada
por asignaturas sueltas sin interrelación. Sin embargo, ésa
es la realidad y cambiarla no es fácil.
Marcela Castro
Docente universitaria
Editora especializada en Educación
* Neus Sanmartí es doctora en Ciencias Químicas
y catedrática de la Universidad Autónoma de Barcelona, donde
se desempeña en el Departamento de Didáctica de la Matemática
y de las Ciencias Experimentales y dirige el Instituto de
Ciencias de la Educación. Es miembro de la Asociación Española
de Profesores e Investigadores en Didáctica de las Ciencias
Experimentales, ha dictado seminarios y conferencias en España
y en diversos países de América Latina y cuenta con numerosas
publicaciones en libros y en revistas especializadas en enseñanza
de las ciencias.
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